GRÀCIA TERRITORI SONOR: LA GESTACIÓN

La idea de Gràcia Territori Sonor nació a principios de 1996. Una idea básica que se articuló con otras hasta elaborar un discurso, contrastado en primer lugar durante varias reuniones que mantuve los primeros meses del año -con Julià Guillamon en Can Ros de Gràcia y con Bel·lo Torras en una bodeguita de la Palma de San Just-, y después en un encuentro en el clásico Alaska de Gràcia, de donde salió una servilleta de papel con un esquema. Más tarde se puso en marcha el proceso de hacer un preproyecto, concretar y definir lo que se pretendía. Se constituyó una oficina de trabajo con mucha voluntad, un Macintosh Classic y una habitación de tres metros cuadrados en mi casa. Y se convocó una reunión muy numerosa, de hasta veinticinco personas implicadas en la gestión, producción o difusión de la cultura, a las cuales se explicaron las intenciones: dinamización de un territorio urbano, soslayar el elitismo del arte, popularización de las prácticas artísticas de riesgo, apoyo a la creación local, circulación de artistas extranjeros… En esta reunión, en el patio de palmeras de la Bodega Navarro de Gràcia, recibimos muchas ideas y consejos, así como la adhesión de unos cuantos participantes. La Asociación Gràcia Territori Sonor se constituyó finalmente con Bel·lo Torras, Juan Crek, Sergi Doladé, Claudi Feliu y yo mismo. Muy poco después se sumaba al proyecto Rosa Pera y más tarde Joan Ramon Guzmán. A la vez, Io Casino se incorporaba como relatora. Cuatro generaciones se implicaban en el proyecto.

Un proyecto que se redactó, así como un texto contextualizador -que explicaba el vínculo de la creación experimental con el territorio de Gràcia y el carácter singular de este territorio- que reflexionaba sobre la posición de la ciudad de Barcelona dentro del ámbito cultural europeo. El texto recomendaba emprender acciones para potenciar el carácter cultural de Gràcia y rescatar la Vila de su progresiva tendencia a convertirse en un bar inmenso, y proponía determinadas acciones: realización de ciclos de conciertos, fortalecimiento de la red de pequeños espacios y colectivos, potenciación del pequeño formato. La idea pasaba de lo ultralocal a lo universal y el proyecto se denominó Gràcia Territori Sonor Experimental Europeu.

Y lo explicamos a las instituciones locales, al Distrito de Gràcia, el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat… que mostraron su interés. Las dos acciones siguientes fueron la presentación del proyecto al programa Kaleidoscope de la Unión Europea -en lo cual nos ayudó mucho el Observatorio Interarts- y la edición de un disco, Experimental Music from Gràcia, que recogía composiciones de creadores vinculados al territorio de Gràcia. Estos fueron Oriol Perucho, Côclea, Jakob Draminsky Højmark, Hiroshi Kobayashi, Superelvis, Koniec, Pascal Comelade, Macromassa, Ràeo, Mohochemie, Alien Mar, Gringos, Ivo Naïf y Audiopeste. El disco fue financiado por el Ayuntamiento de Barcelona y se convirtió en la carta de presentación que empleamos para dar el siguiente paso, consistente en viajar a Copenhague para asistir al primer Simposio Europeo de la Música Experimental, Odyssée for Ears, organizado por el colectivo danés Skræp, con quien nos habíamos asociado para optar a la subvención europea junto con Namasté, en París. Copenhague era aquel año la capital cultural europea, cosa que Barcelona quería ser el 2001. De lo que sucedió en Copenhage puedes hacerte una idea leyendo los informes y las declaraciones que encontrarás haciendo clic en los enlaces correspondientes. A los pocos días de estar allí recibimos un fax desde Barcelona: habíamos conseguido la subvención del programa Kaleidoscope (que duró dos años). Al retorno empezó la actividad, que recibió por nombre LEM. Esto y los acontecimientos posteriores también se explican en los documentos que encontrarás en este archivo. Lo que quizá muchos no saben es que el nombre LEM se empleó por primera vez en 1994 para bautizar un ciclo de conciertos organizados por el Laboratorio de Música Desconocida, la organización creada por Juan Crek y yo mismo, dentro del programa “Rollo Positivo II: Salvad Júpiter”, en Transformadors, una propuesta de varios colectivos de la ciudad (Barcelona Taller, LMD, la 12 Visual, De Calor, La Papa y La Porta) que alegró un verano particularmente aburrido en una ciudad que todavía dormía la gloria olímpica. Aquella primera red de colectivos y otras iniciativas, pequeñas y serias, practicaron la reanimación: en 1996, el LEM y otros muchos compañeros de viaje empezaban a andar.

 

Victor Nubla

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